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Escrito Por en Abr 30, 2017 en Reseñas, Sin categoría | 0 Comentarios

El guardia, el poeta y el prisionero

El guardia, el poeta y el prisionero

¿Es posible encontrar poesía y belleza en una cárcel durante una guerra?

Una cárcel del Japón en guerra de 1944. Un carcelero muere brutalmente asesinado, y un joven guardia de veinte años es el encargado, para su sorpresa, de emprender una investigación y encontrar al culpable.

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Todas las sospechas recaen en el grupo de reclusos de origen coreano, la mayoría encarcelados por luchar a favor de la independencia de su país. Destaca entre ellos un joven poeta, Yun Dong-Yu. A través de él y de una enfermera llamada Midori, el protagonista conocerá más sobre la vida del carcelero muerto -en apariencia un psicópata- y redescubrirá el poder sanador de la poesía.

Excelente novela escrita por el coreano Lee Jung-Myung, que se basa en la historia real del poeta Yun Dong-Yu, muerto en una cárcel japonesa durante la Segunda Guerra Mundial.

Ensambla de una manera brillante la dureza y frialdad de una cárcel durante una guerra, con unas imágenes líricas de gran belleza, como el vuelo de cometas en el patio del presidio. Y contemplamos a través de los propios poemas de Dong-Yu, y de grandes maestros como Rilke y Jammes, que la poesía y la palabra pueden curar las heridas del alma.

De los mejores libros que he leído últimamente. La figura del poeta coreano es memorable.

 

«-La poesía es un reflejo de tu alma -continúo Hiranuma con serenidad-. Es como bajar un cubo a la oscuridad de un pozo y sacar la verdad. La poesía nos apacigua. Aprendemos de ella; nos salva, en definitiva».

Autor: Lee Jung Myung

Título: El guardia, el poeta y el prisionero

Editorial en España: Grijalbo, 2014

Número de páginas: 313

Valoración: Excelente

 

«Sediento de palabras, leía cuanto caía en mis manos. Devoraba los registros de encarcelación, los de castigos, las directrices y los documentos administrativos, hasta los letreros que señalaban la entrada y la salida. Pero no eran más que palabras muertas que no me emocionaban. Mi alma estaba perpetuamente desnutrida. Soñaba con encontrar una sola línea de prosa viva y vibrante, pero eso era un lujo que un soldado en tiempos de guerra no podía permitirse.»

 

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