Cómo convertirse con veintiún años en el enemigo número uno de Hitler y el Tercer Reich
Durante los doce años que Hitler estuvo en el poder pocas personas tuvieron el coraje de enfrentarse a él y su régimen tiránico. Entre ellas se encuentra Sophie Scholl la única mujer del grupo de estudiantes de La Rosa Blanca, que llenaron la universidad de Munich con panfletos contra Hitler y la guerra.
¿Qué rasgos poseyeron esta joven, su hermano y sus amigos, auténticos héroes, para convertirse en el objetivo número uno de la Gestapo?
Espíritu crítico desde la infancia
Su familia, en especial su padre, Robert, eran grandes defensores de la libertad y los derechos de los ciudadanos. Su padre les inculcó desde su nacimiento de un gran espíritu crítico. No debían «tragarse» nada que les impusieran desde fuera sin estar de acuerdo. Aunque estuviera de moda.
Robert Scholl pagó con la cárcel sus críticas al dictador del bigotillo.

El del bigotillo con pose marcial
Amor a la libertad
Desde pequeña, Sophie y su hermano Hans, en contra de la voluntad de su padre, se inscribieron ilusionados en las Juventudes Hitlerianas. Poco después comenzaron a darse cuenta de que entre aquellos jóvenes, que se creían superiores a todos los jóvenes de las demás naciones, se respiraba un aire de opresión y de falta de libertad. Hans y Sophie abandonaron sus filas cuando descubrieron que «se les pisaba la cabeza».
Protección de los débiles
Enseguida comenzaron a desaparecer discapacitados y enfermos de los hospitales y asilos. Sus cuidados resultaban caros y sus vidas eran «inútiles» para aquella sociedad perfecta que era el Tercer Reich.
La familia Scholl compartía los escritos del arzobispo de Münster, Graf von Gallen, uno de los únicos que se atrevió a denunciarlo públicamente.
Defensores de la paz
Aunque Fritz, el novio de Sophie era militar, ella siempre estuvo en contra de la guerra y la invasión de otros países vecinos. Por ello decidió unirse a La Rosa Blanca, el grupo de resistencia que había creado su hermano Hans y sus amigos, estudiantes de medicina de la universidad de Munich, para denunciar la barbarie nazi.
Defensores de las minorías étnicas
También sabía, como otros muchos alemanes, que los judíos eran exterminados en los campos de concentración. No se excusó ni se refugió en la comodidad. En los panfletos que difundieron por la universidad lo denunciaron con toda su crudeza.

Maletas de los prisioneros de Auschwitz
Arriesgaron la propia vida
Al escribir textos contra Hitler y difundirlos por los domicilios y universidades públicas asumían que se convertían en enemigos del Estado. En cualquier momento podían ser apresados y ejecutados. Como así ocurrió.
Asumieron las propias responsabilidades
Durante el interrogatorio Sophie pudo salvar su vida. Solo tenía que mentir y reconocer que no sabía nada sobre La Rosa Blanca. Su hermano y sus amigos se ofrecieron a cargar con toda la culpa. Sophie se negó a mentir. Era tan responsable como ellos.
Lucharon hasta la muerte
Todos los miembros de La Rosa Blanca fueron ejecutados. Su muerte no influyó de manera directa en el devenir de la guerra, ni en la derrota del Tercer Reich.
Pero tras ella se convirtieron en los grandes héroes alemanes de la resistencia en su lucha a favor de la libertad.
«Que los acusados, en tiempo de guerra y mediante panfletos, han incitado al sabotaje del esfuerzo de guerra y los armamentos y al derrocamiento del modo de vida Nacional Socialista de nuestro pueblo, que han difundido ideas derrotistas y han difamado de la manera más vulgar al Führer; colaborando de esta manera con el enemigo del Reich y debilitando la seguridad armada de la nación.
Por tanto, en virtud de este cargo se los condena a muerte.
Han perdido su honor y derechos como ciudadanos por siempre».
Fragmento de la sentencia de muerte de Hans, Sophie Scholl y Christoph Probst.