Cómo escribí «¡Buenos días princesa!» La elegante neumonía que cambió mi vida
¿Qué tiene que ver la espeleología, una neumonía y los buenos modales?
¿Cómo escribí mi primer libro «¡Buenos días princesa!»?
Me encontraba en una oscura cueva de Asturias con el agua hasta el pecho. Agua subterránea: gélida. Iba mal equipada y a duras penas podía seguir las explicaciones geológicas del monitor de la excursión. Me dolían todas las extremidades y cuando salí del interior de aquella montaña tenía los labios morados.
En ese momento no ocurrió nada, pero una semana después, cuando en Madrid azotaba un calor inmisericorde, caí en las garras de una neumonía.
Mientras me recuperaba, me leí un libro titulado: ¡Qué maleducado! de un tal Alex J. Paker. Un manual para adolescentes desconocedores de las reglas básicas de convivencia. El libro, que recomiendo, está escrito con tanto sentido del humor, que me dolían las costillas, no solo de toser, sino de reírme.
Yo ya había comenzado a escribir dos años antes. Y con mi profesor del Taller de Escritura de Madrid, Chema Gómez de Lora, me había iniciado en algún proyecto sobre literatura juvenil.
También por aquel entonces era voluntaria de una asociación juvenil y tenía a mi cargo un grupo de adolescentes que no se habían educado en el palacio de Buckingham, precisamente. Todos los años para los campamentos de verano preparaba material para explicarles cómo comportarse en distintas situaciones de su vida y que el ridículo que hicieran fuera mínimo.
Hay personas a las que todo esto de la educación les parece risible. Abogan por la espontaneidad y el «todo vale» en sus relaciones. El protocolo para ellos es típico de abuelas rancias con chaquetas rosas de ganchillo.
Y así les va.
Aparecen en la entrega de los premios Goya con los pantalones vaqueros rotos enseñando los calzoncillos.
Haciendo el ridículo.
El grupo de orcos-adolescentes de la asociación estaba compuesto en su mayoría por chicas. Que sí, que somos iguales que los hombres, pero también somos diferentes. Y mis explicaciones básicas de educación me centraban también en esas diferencias.
Así que un día, cuando ya estaba segura de que conservaría el pulmón, me dije:
-Si no existe ningún libro sobre buenos modales especifico para chicas, lo escribiré yo.
Y eso hice.
Me documenté durante meses en protocolo moderno, no en el de la reina Victoria, explicándolo con un lenguaje sencillo y accesible. También busqué mujeres importantes de la historia, que sirvieran de ejemplo a las jóvenes de hoy, (no las Kardashian, por favor). Añadiría una reseña sobre ellas al final de cada capítulo.
Mandé los dos primeros capítulos a Palabra la misma editorial del libro de Paker. Tuve la suerte de que les gustara, acabé el libro y pocos meses después se publicó.
Enseguida se acabó la primera edición y después la segunda.
Gracias a ese libro visité la televisión por primera vez y me invitaron a distintos eventos y encuentros con adolescentes. El año pasado se puso en contacto conmigo una persona de Moscú con gran interés en editarlo en ruso. No sé cómo acabará.

Las montañas de Asturias donde me metí en la cueva se parecían a estas
Así que cada vez que entres en una cueva y te encuentres con el agua hasta el cuello y los labios morados, recuerda que de todo lo malo sale algo bueno, y en este caso fue un libro.